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miércoles, 6 de abril de 2011

No me Gustan los Exámenes II: Actividades Evaluativas

Una de las actividades distintas al examen tradicional que apliqué para evaluar el parcial pasado, fue con el 3er cuatrimestre de la licenciatura en criminología; un grupo bastante numeroso e inquieto, por no decir indisciplinado.
El material de base para la actividad eran las características de la ciencia, acerca de lo cual ellos habían investigado y elaborado presentaciones en power point que posteriormente expusieron y después compilamos en un solo archivo. Era un contenido bastante trabajado en clase. Se les indicó previamente que no iba a haber examen y que no tenían que memorizar nada.
Se formaron parejas, a cada una les entregué una hoja donde venía el enunciado correspondiente a una de las características antes mencionadas. La tarea consistía en que las parejas debían conversar durante pocos minutos sobre lo que entendían de aquel enunciado y cómo lo relacionaban con el trabajo de investigación que están elaborando; es decir, en qué elemento, paso o aspecto de su trabajo identificaban aquella característica. Cuando una pareja terminaba, pasaban su hoja a otra pareja, ellos recibían la siguiente y así hasta completar las 15 características.
Llamó mi atención la seriedad y dedicación con que abordaron su quehacer, a pesar de ser una actividad atípica dentro de sus clases habituales. Como mencioné antes, el grupo es poco dado al autocontrol cuando no tienen a un profesor con cara de "sargento mal pagado" o una lista amenazante en sus manos y como yo me muevo con la hipótesis de que un ambiente relajado (no "relajiento", conste...) y de cierta confianza es más propicio para desarrollar aprendizaje, mi presencia no les genera "miedo", más bien los insto constantemente a expresarse abiertamente; lo que a veces nos lleva a situaciones de mayor ruido de lo conveniente, pues no tienen la costumbre de esperar su turno para hablar y suelen producirse algunos "cuchicheos" de más en los últimos mesabancos. Sin embargo, en esta ocasión todos se dedicaron y concentraron en la tarea.
Noté expresiones de extrañeza cuando le pedí a una de las parejas que leyeran al resto del grupo lo que habían escrito en un apartado, pues les estaba resultando especialmente difícil de identificar en su propia experiencia investigativa. Les expliqué que no los estaba "dejando copiar", como al parecer ellos creían, sino que se trataba de que todos "recuperaran" a través de la actividad lo que habían aprendido y lo expresaran, relacionándolo con su propio trabajo, y que si durante el proceso aprendían algo que antes no sabían, pues era mucho mejor.
Fue muy gratificante cuando les hice notar cuánto habían aprendido durante las clases y el ver sus caras de satisfacción fue lo mejor.

sábado, 19 de marzo de 2011

No me Gustan los Exámenes

Desde que inicié mi vida escolar ha sido así y esto no ha variado ahora que soy docente. 

Considero que una prueba o examen escrito, por más cuidadosamente elaborado que esté, únicamente va a alcanzar a "medir" (si es que realmente mide algo) de forma muy limitada unos cuantos conocimientos, generalmente memorizados pocas horas antes de la aplicación del examen. En el mejor de los casos, como bien lo señala Roger Díaz de Cossío en su ensayo titulado Calidad y Flexibilidad en la Educación: "...lo único que refleja una calificación es el grado con que el alumno me comprendió. Nada más." (Solana, 2006, pp 213)
Como profesora de asignatura debo enfrentar cada mes mi resistencia a cumplir con las "recomendaciones" de los programas de estudio que imparto: ¿examen o no examen? Esa es la cuestión que cada vez que se acerca un parcial debo decidir; frecuentemente presionada por las administraciones escolares, a quienes les agrada bastante eso de los exámenes; mientras más largos y difíciles de resolver, tanto mejor.
Y ni se diga de la presión de los alumnos: -"¿Qué va a venir en el examen?- Cada vez que escucho esa pregunta, entiendo claramente cual es la práctica a la que están acostumbrados: el profesor les da una lista de temas específicos, a veces hasta con subrayado de párrafos, conceptos o capítulos de un libro o un cuestionario, cuyas preguntas son muy claras y precisas, cuando no se les brindan también las respuestas ya elaboradas (investigadas, analizadas, redactadas y/o sintetizadas), a lo cual le sigue, un día, una noche o unas horas previas a la aplicación del examen, que el alumno se dedique, a lo que el llama ambiciosamente: "estudiar", -lo cual se reduce a un simple ejercicio de memorización de corto plazo (con tal de que dure como mínimo hasta que se acabe la prueba)-. El resultado de esto ya se sabe: alumnos con suficientes habilidades de lectoescritura y buena capacidad de memoria de corto plazo, que se adapten al estilo expresivo y de trabajo del profesor, obtendrán buenas notas. Quienes tengan estilos de aprendizaje que no se adapten al del maestro o cuyas habilidades más desarrolladas sean distintas a  las requeridas para la memorización de palabras escritas, quedarán excluidos del grupo de los "alumnos exitosos académicamente". 
Mi pregunta recurrente es: ¿Es ésta una forma de "evaluación" que sirva para algo que no sea continuar con la farsa de que las "buenas calificaciones" son sinónimo de personas preparadas, competentes y educadas?
Si alguien puede demostrarme que los exámenes escritos sirven para "medir" aprendizaje significativo, relativamente duradero (más allá de la hora del examen) y aplicable para la vida presente y futura, cotidiana y/o profesional, estoy totalmente abierta a escucharlo.
Por lo pronto, mientras encuentro quien me convenza de las bondades de las pruebas escritas, me he enfocado a diseñar (por llamarle de alguna manera, pues no me he inventado nada realmente...) y aplicar algunas actividades que, ambiciosamente he llamado "de evaluación", pero que realmente se tratan de una especie de sondeos de comprensión y retención de ideas, conceptos, métodos, técnicas y otros contenidos que manejamos en las clases. La intención no es solamente acercarme al conocimiento de qué tanto han aprendido los alumnos con las experiencias de clase (explicaciones expositivas, técnicas didácticas o grupales y elaboración de proyectos diversos), sino también que ellos lo sepan de manera vivencial (sin que yo tenga que decírselos), además de que durante la actividad, como decimos comúnmente en México: "les caiga el veinte" de aquellos puntos que no habían entendido bien o aprendan algo que no sabían antes. En pocas palabras: que me muestren lo que aprendieron, que ellos mismos sepan lo que aprendieron y lo que les falta por aprender, así como que aprendan un poco más durante la actividad de evaluación.
En las siguientes entradas explicaré algunas de las actividades de evaluación que he aplicado últimamente.
No estoy cien por ciento segura de que en todos los casos se hayan logrado los objetivos mencionados, pero si me queda claro que al menos evité la práctica artificiosa de estudiar "para" un examen y el estrés al que se somete a los alumnos en una prueba escrita. Además, me fue posible ver, de manera más directa y en algunos casos global, lo que habíamos logrado con las clases y también lo que no habíamos logrado. Y lo mejor de todo fue que muchos de ellos salieron, además de contentos, con un poco más de aprendizaje que con el que iniciaron la actividad.